martes, 28 de mayo de 2013

INTERVALOS DE CERCANÍA

Las miradas entre Luis y Adela cuelgan entre los dos como hebras invisibles... Unidos por hilos quebradizos, se observan en la distancia que les procura el recuerdo. Luis hilvana pensamientos mirando las manos venosas de Adela. Observa con qué delicadeza las ahueca para acoger el tazón de leche. Después su mirada trepa por la bata rosa, descolorida y con bolitas, hasta llegar a la luz que se cuela por la ventana de la cocina..., a espaldas de ella.
Adela hila su mirada a la forma en que él unta la mantequilla; cómo gira la cucharilla dentro de la taza... y sonríe cuando ve que al beber se le empañan las gafas. En ese momento están tan cerca... pero ninguno de los dos atisba a la compañía que tiene enfrente; a la persona con la que compartieron no hace mucho la dulzura del azúcar, el amargor del café solo; la alegría contenida en el zumo de frutas y la quemazón del pan tostado... Toda una vida servida en el desayuno, que ahora nunca terminan.

Sus ojos trazan trayectorias divergentes, apuntando hacia la lejanía. Perdiéndose en el espacio- tiempo hasta topar con algún recuerdo, que les hace regresar hacia el interior de cada uno de ellos.
Son distancias difíciles de acortar, cuando lo que ha mermado es la complicidad y el afecto. En apariencia cortas, albergan soledades kilométricas, espaciadas por un acompasado tic tac que rellena los minutos silentes de miradas perdidas.

Finalmente, las hebras invisibles que les unían caen al suelo y se arremolinan junto al polvo. Mientras Luis recoge las sobras del desayuno, Adela barre la cocina.

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