domingo, 8 de febrero de 2015

¡Abajo el tirano!

Estando a horcajadas sobre el macho, cogió la fusta y le atizó tímidamente... El tercer azote ya lo dio como si fuera experta en el arreo de animales; sin ensañamiento, pero con decisión. Entonces, el hinchado cuerpo que tenía entre sus piernas empezó a moverse y, cabalgó al trote, a galope...

Todo iba bien, incluso mejor de lo que había imaginado. Hasta que él, sospechando la rebelión, frenó en seco al escucharla gritar briosa una popular consigna... Le ordenó desmontar “ipso facto”, pero la insubordinada, desbocada entre risas, aún le atizó más fuerte.

La mujer menguante

Esta mañana me he dado cuenta... de tanto menguar ya no llego a ver mi reflejo en el espejo del aseo. He tenido que esforzarme; dar un salto hacia delante para poder observarme. Después de tanto tiempo sin atreverme a mirar...

He recordado la primera vez, cuando me acurruqué bajo las sábanas, evitando así el roce de su cuerpo, que en ocasiones me amaba con vehemencia y otras me quebrantaba.
La segunda repliqué, y entonces sus palabras tronaron sobre las mías.

Fue a partir de la tercera o la cuarta... cuando empecé a encoger, conviertiéndome en minucia. Hasta hoy, que he dicho: "basta".

Involución

Dicen de nosotros que somos uno de los mamíferos más inteligentes..., lo dicen entre risas, mostrando sus dientes de peces predadores, mientras nadamos sorteando aros de colores y chorros de agua a presión, totalmente deshumanizados. No somos más que una excéntrica atracción en un mundo raro y depravado. Así es, desde que la madre naturaleza inició su lenta y constante revolución, provocando nuestra decadencia.

Recuerdo que todo empezó con aquella lluvia de peces voladores… en pocos días el mar inundó nuestras ciudades, mientras los intrusos caídos del cielo formaban un vasto ejército.


Ya no acierto a recordar con exactitud cuándo ocurrió, pudo ser un día cualquiera en el que, la atrocidad que todos temíamos y ni siquiera nos atrevíamos a decir en voz alta, sucedió. El horror que pervertía nuestros pensamientos y protagonizaba nuestras peores pesadillas se hizo realidad, cuando uno de ellos invirtió el orden de la cadena alimentaria.