jueves, 16 de abril de 2015

"Ego me absolvo"

Todas las noches hablaba con él; primero enumeraba cada una de las bondades que, aunque nunca llegaba a hacer, se le habían ido ocurriendo durante el transcurso del día. Y ahora, cuando la noche ponía fin, el hecho de recordarlas le hacía sentirse mejor persona. Pensar que podría haber sido un tipo honesto, afable o generoso, le procuraba un reposo balsámico.
Después de demostrarle cuán benévolo hubiera podido ser, le pedía lo mismo de siempre, y el Altísimo le correspondía con una reiterada promesa que no provenía de las alturas, sino de su propia voz interior…
Entonces se dejaba consolar por la dulce llegada del sueño; escuchando lejana su voz, que en boca del Todopoderoso imaginaba más grave y profunda. No hubo ni una noche que no cerrara los ojos complacido, pues confiaba en la idea de que Dios no promete en vano; siendo por tanto imposible que faltara a su palabra. Sin embargo, al despuntar el sol, su voluntad amanecía debilitada, y la promesa se desvanecía como el recuerdo de un sueño que se evapora en la memoria.

Sólo recordaba muy vívida la sensación de alivio, que le había proporcionado la charla de la noche anterior. Gracias a eso conseguía levantar la persiana; obviando que obtenía el indulto a fuerza de prolongar su artificio.

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