"Tuve miedo como no lo he tenido jamás, pero
no quise que mi madre y mis hermanas me creyesen cobarde" justo en aquel
momento tan deseado, ese instante que tantas veces habíamos imaginado. Mi padre
salía de la cárcel en la que había estado preso una década. A mis escasos doce
años, su ausencia me había convertido en el hombre de la casa, y no podía hacer
otra cosa más que demostrar entereza.
Pero
he de confesar, que no fue suficiente toda la hombría acumulada hasta ese
momento para evitar, que quedase paralizado cuando vi a mi padre extendiendo
sus brazos huesudos hacia nosotros, sonriendo como un caballo desdentado,
temblándole las manos… Tuve miedo; pensé que si lo abrazaba tan fuerte como
había soñado, podría hacerle daño.
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