viernes, 29 de diciembre de 2017

Dulces sueños


Sin que nadie la vea, la niña de la melena formidable va hasta el pozo y se zambulle. Mientras su cuerpo desciende, los mechones de pelo se elevan y bailan en el agua, como culebras. No abre los ojos, pero sabe que todo está oscuro, como la boca de un lobo. Siente el agua como un líquido espeso y viscoso, en el que sobreviven pequeñas formas de vida marginadas por la naturaleza. Algunas le rozan, otras muerden sus tobillos, y la más grande de todas, araña como un gato salvaje.

Le araña los brazos, empujándola hacia abajo. La niña se pellizca la nariz con fuerza, evitando que escape el aire. Agita sus piernas con torpeza, también la mano que le queda libre, y en un movimiento topa con algo que aga.
rra con fuerza. Es otra mano, no más grande que la suya… La suelta aterrada, con asco. Percibe el sabor de la cena subiendo por su esófago, cuando nota que se han desprendido algunos dedos, y se deshacen entre su mano.

Una voz femenina la eleva con vigor hasta la superficie, sin tiempo para una adecuada descompresión. La niña observa a su madre con la mirada perdida, ensimismada, mientras sigue enrollando uno de sus rizos al dedo índice.
- Anda, deja de hacer eso, que luego te despiertas con todo el pelo enmarañado.

La nena se acaricia la melena, respira hondo y lanza el libro hacia los pies de la cama. Piensa que desde ahí ya no podrá arañarla.


Autora: Ana Pascual Pérez
Frase de inicio: "Secretos I" de Isabel Wagemann.

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